Llevamos más de cien años gobernados por una clase política corrupta, tradicional, ultra conservadora y carente de cualquier iniciativa de cambio o desarrollo sociopolítico. Por eso, la crisis que estalló en 2018 no fue producto de generación espontánea, aunque encabezada por el Frente Sandinista, contó con los aliados más fieles de Ortega y Murillo: los partidos colaboracionistas.

Más de 450 millones de córdobas recibirán todos los partidos el próximo año por su participación en un proceso electoral municipal sin condiciones ni garantías democráticas. El colaboracionismo, los pactos y las alianzas por debajo de la mesa, entre funcionarios y representantes de partidos opositores con el régimen orteguista, han destruido los cimientos del sistema de democracia liberal  que se intentó construir durante el período de transición.

Mientras incrementa la carestía de la vida y aumenta de manera exponencial el éxodo de nicaragüenses por la persecución política y la falta de oportunidades, los partidos colaboracionistas lucran con el deterioro democrático y las violaciones de Derechos Humanos en Nicaragua.

A la fecha los partidos colaboracionistas no han reclamado por el atraso que hubo en la convocatoria y la publicación del calendario electoral, tampoco por la disminución de procesos para corregir el padrón y la cartografía electoral, parecen ser indiferentes a la reducción de los tiempos para conformar estructuras departamentales y municipales, se conforman con la anulación del 4% mínimo de votos adquiridos para acceder al reembolso por la campaña electoral y dejan en evidencia que su vocación tiene de todo menos de democrática. 

La mayoría de los partidos políticos que dicen ser opositores han demostrado ser funcionales al régimen nicaragüense. Quizás la historia de colaboracionismo más fiel y longeva es la que ha mantenido el Partido Liberal Constitucionalista (PLC) con el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), pero con el tiempo el oficialismo ha ampliado y perfeccionado su sistema de pactos, re pactos y prebendas para que otros agentes de la política institucional sean parte de la destrucción del sistema político y electoral del país a cambio de beneficios mínimos e insignificantes.

El pacto concertado en 1998 entre líderes de partidos históricamente rivales, Ortega y Alemán, marcó el inicio de una historia de negociaciones, alianzas por intereses y corrupción. Así, la tradición caudillista fue desempolvada a la luz de una reforma constitucional, la repartición de instituciones y reformas en la ley electoral que adaptaron el sistema a las necesidades del sandinismo: el caudillo liberal se aseguró un lugar en la Asamblea Nacional, mientras que el sandinista tuvo asegurada una victoria presidencial con la disminución del mínimo de votos del 45% al 35%1. Ese triunfo que antes del nefasto acuerdo no vislumbraba otro camino que la derrota .

Las manifestaciones de descontento se expresaron a nivel nacional, pero los cambios fueron aprobados por una Asamblea completamente alineada a Ortega y Alemán. Otro desafortunado episodio de nuestra historia política en que la ciudadanía organizada es ignorada completamente, en la toma de decisiones sobre su rumbo. Se inició un nuevo capítulo: el colaboracionismo secuaz y lucrativo mediado por el beneficio económico y político de las minorías a cargo de los partidos, a costillas de la democracia y el bienestar social de un pueblo. Se evidenció de esta manera, la poca efectividad de la democracia representativa, que en el contexto de la Nicaragua de posguerra no logró dar salidas a las necesidades y urgencias en la reconstrucción de su sistema político democrático. 

Quizás el cambio de bancada que han hecho diputados liberales hacia el FSLN -para garantizarse un asiento dentro de la Asamblea, un salario y beneficios- pueda considerarse otra arista del mismo problema, uno de los casos más paradigmáticos es Wilfredo Navarro. Tal parece que la afinidad entre la corrupción y el autoritarismo es más alta que cualquier valor ideológico

La participación pasiva de los partidos colaboracionistas en la Asamblea, con momentos de débil oposición, abstenciones e incluso votos a favor de las iniciativas sandinistas; ha develado su complicidad con la dictadura en el sostenimiento de la fachada democrática que intentan sostener. Otro punto a señalar es la falta de relevo generacional en partidos gobernados por personas que llevan décadas en cargos directivos. 

El politólogo y director de la organización internacional Transparencia Electoral, Leandro Querido, señala: “En Nicaragua se ha ido construyendo una oposición a la medida del oficialismo para seguir con un proceso de concentración de poder y los partidos zancudos sirven para ese propósito”2. Y en efecto, en Nicaragua ningún partido político es opositor, si lo fuesen estuvieran despojados de su personalidad jurídica o tendrían encarcelados a sus dirigentes y candidatos.

Perdieron su rumbo e independencia, no están a la altura de las circunstancias. ¿Qué tipo de sobrevivencia política pudieron haberse asegurado los partidos colaboracionistas en un país sin condiciones mínimas de participación y sin transparencia en sus procesos?¿Qué intereses se evidencian en esta estrategia? Son preguntas que deben hacerse en un contexto donde el régimen ha apostado por dinamitar la institucionalidad y construir su modelo particular de totalitarismo. 

Asimismo, también es importante, mientras llegue la transición democrática, encontrar las respuestas a otras interrogantes: ¿Cómo empezar a construir una nueva cultura política basada en la democracia y transparencia? ¿Cómo se combate la cultura pactista? ¿De qué manera desde la ciudadanía organizada podemos resistir a nuevos intentos de hacer política para las élites partidarias y no para resolver las necesidades de las mayorías populares?
Sin temor a equivocarnos decimos que en este momento no tenemos el proceso electoral que Nicaragua se merece. Ni las boletas tendrán a las y los candidatos que el pueblo quiere, ni las urnas serán testigos de la voluntad popular. Pero,  este es el momento para afianzar las bases sobre las cuales se construirá la tan añorada nueva forma de hacer política, a pesar de la democracia orteguista y de sus fieles aliados: los colaboracionistas.

[1] https://www.enriquebolanos.org/articulo/08_auge_caida_plc_pacto_satisfacer_ambiciones

[2] https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-58953603